¿Qué es el “humming” en el sexo oral?



El verbo inglés “to hum” del que “humming” es el participio pasado, tiene diversas traducciones según se refiera a la acción que realiza un ser humano o una máquina. Si se trata de lo segundo, desde una tostadora a una radio, pasando por maquinaria industrial, se podría traducir por “zumbar” o “zumbido” o, hasta simplemente designar que dicha maquinaria está funcionando (que va “zumbando”).






Si en cambio, el sujeto es un ser humano, lo propio de “to hum” sería el “tararear” o el “canturrear” (hasta “murmurar”) y “humming” podría traducirse por “tarareo”. Aplicado a nuestras interacciones sexuales y, en concreto, a las que se englobarían dentro del sexo oral, el “humming” sería aquella práctica mediante la cual el agente activo que realiza una felación o un cunnilingus emite sonidos guturales que se pueden transmitir o no a los labios (abiertos o cerrados) con el fin de producir pequeñas vibraciones en los genitales de su amante.



Dicho así, el “humming” parece que implica dos cuestiones; que es una práctica novedosa (que se le ha ocurrido recientemente a algún gurú anglosajón del bello arte del fornicio) y que los efectos que producen son la “leche” (vamos, que hay un antes y un después de que se nos ocurriera incluir nuestro repertorio de “Bel canto” en nuestras relaciones eróticas).



Lo cierto es que ni lo uno ni lo otro. De hecho, ya Vatsiaiana en su célebre Ars Amandi hindú de entre los siglos III y VI de nuestra era, el “Kama sutra”, recoge brevemente (decimos “recoge”, no que a él se le ocurriera pues la práctica debía venir realizándose siglos atrás) la posibilidad de realizar una diversidad de sonidos entre guturales y melodiosos en el apartado genérico de “La unión sexual” y, en concreto, en el epígrafe IX titulado “Del auparishtaka o unión bucal”.

Aquí y según las traducciones del sanscrito, se especifican ocho modos de posibilidades en la felación para señalar que se pueden complementar con sonidos a voluntad de los amantes (el capítulo VII ya hablaba con extensión de los “sonidos apropiados” durante la unión sexual).

Con esto, y siempre según quien sea el que traduzca el tratado, se puede suponer que lo del “humming” es tan viejo como el canto de los pájaros, lo cual no es un desprecio a esta complementariedad erótico sino a presentarla ahora como lo más “new”. En relación al “plus” de placer que pueda aportar, pues bueno, tampoco es que sea siempre como lo publicitan algunos recién llegados “como para volverse loca de placer” (salvo que una tenga una marcada tendencia al desequilibrio mental).

Como suele pasar con todas las prácticas eróticas, es agradable cuando se hace en el momento oportuno, con espontaneidad y con la debida maestría (no vaya a creer nuestro/a amante que lo que nos pasa es que estamos a punto de echarle la cena encima o que somos nosotras las arrebatadas por el ataque de locura).



En relación al sonido, gorgorito, mugido, mantra o tonada (algunos indican que lo mejor es imitar guturalmente el mugido de una vaca y otros manifiestan su preferencia por el recitativo “OM”), conviene no olvidar el objetivo final del “humming”; el producir ligeras vibraciones sobre el área donde se efectúa el sexo oral (glande o clítoris, normalmente) así como ligeros cambios de temperatura derivados de la mayor temperatura que tiene nuestro aliento por provenir de los pulmones.

Es importante también entender que lo interesante no es poner un motor en marcha sino variar las intensidades y duración de lo que le proponemos a nuestro amante así como el no obsesionarse con realizar, ni siempre ni en continuo, esta modalidad (nada hay peor para el sexo que estar pendiente de lo que hay o no que hacer en cada momento). Así que ¡ánimo! y a practicar gorgoritos, por ejemplo con los enjuagues bucales de antes de acostarnos, no vaya a ser que con tanto trino sean a nosotras a quienes finalmente nos manden a hacer gárgaras (y allí sí que vamos a aprender a mugir como es debido…)

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2 comentarios:

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